INTERÉS GENERAL

¿Cuáles son los riesgos de las nuevas mutaciones del Coronavirus?

Las alarmas sonaron en Gran Bretaña cuando el mundo se preparaba para despedir el fatídico año 2020. Una nueva cepa –estrictamente, una nueva variante- del coronavirus o SARS-COV-2 había aparecido en el sur de Inglaterra y se transmitía en forma acelerada, infectando a más personas que la anterior, suplantando a las versiones previas del coronavirus, generando pánico a su paso.

Como en un dominó enloquecido, tras la noticia comenzaron a cerrarse los aeropuertos del mundo. Nadie sabía muy bien lo que esa nueva variante del coronavirus podía significar en términos de enfermedad, pero todos habían visto lo suficiente ese año para temblar ante la sola idea de una “cepa mutante”.

Todos los virus mutan

Decenas de países blindaron sus puertas a quienes provenían de Inglaterra u otros países donde se había ya deslizado la nueva variante. La “cepa B 1.1.7” se sumó rápidamente al diccionario de los miedos pandémicos y todo el mundo empezó a zambullirse en las diferencias genómicas del virus.

Así, muy pronto millones de personas aprendieron que todos los virus –y, especialmente los virus conformados por el material genético ARN- mutan, es decir, cambian partes de su estructura genética al ritmo de la evolución. Esta “dislexia” genética es algo que le ocurre a cualquier célula cuando su material genético se copia durante la reproducción.

Los virus, cada vez que encuentran un nuevo huésped, se reproducen a velocidad supersónica y por eso sus mutaciones son más frecuentes. Sin ir más lejos, el virus de la influenza o gripe muta tan rápido que cada año hay que fabricar una nueva vacuna capaz de contrarrestar sus nuevas facetas.

Las mutaciones o cambios en las letras que componen el libro de instrucciones genéticas se producen al azar, porque sí, pero sólo aquellas que le otorgan un beneficio al virus –por ejemplo, reproducirse más y mejor- son seleccionadas y se mantienen a lo largo del tiempo.

Por eso los genetistas evolutivos están atentos a los cambios que sufren naturalmente los virus mientras pasan de un organismo a otro, de un murciélago a un visón, un cerdo o un humano. Cuanto más tiempo pasa, más mutaciones se acumulan en los virus. Alguna de ellas –o quizás una combinación de ellas- se convertirán en una excelente noticia para el virus y una pésima para la humanidad.

La cepa “B 1.1.7”

El caso de la variante británica B 1.1.7 puede ser una mala noticia, aunque todavía se sabe poco de este linaje del virus que sumó más de 17 mutaciones, algunas de ellas en lugares clave de la espícula, la proteína conocida por la letra “S”, que es la clave del virus para entrar a las células humanos y, también, el objeto de casi todas las medidas defensivas que le opone la humanidad en forma de vacunas.

Aunque se dijo que esta variante afectaba más a los niños, hoy es claro que la B 1.1.7 infecta igualmente a personas de todas las edades. Y si bien se sabe ya que la variante británica tiene alrededor de un 50% más de capacidad de transmitirse respecto de la cepa clásica y está presente en más de la mitad de los casos ingleses e irlandeses, no es la única nueva variante que anda dando vueltas por el mundo.

Variante de Sudafrica, de Brasil y siguen…

Existe una variante del coronavirus que se detectó en Sudáfrica y que podría tener efectos indeseables en términos pandémicos. Hay otra que se identificó en Brasil y llegó a Japón y, también, a la Argentina. Esta última variante contiene una mutación (E484K) que preocupa a algunos científicos porque podría impedir la actuación eficaz de los anticuerpos que produce el organismo humano, aunque es muy pronto para confirmarlo.

Es preciso repetir que las mutaciones son naturales y esperables en los virus. El coronavirus experimenta unas dos mutaciones por mes en sus alrededor de 30.000 “letras” genéticas. Cuánto más se investigue la composición genética –el genoma- de cada muestra hisopada, más mutaciones se detectarán. De hecho, ya se detectaron unas 12.000 mutaciones en muestras de SARSCOV-2 en el mundo, según publicó la revista Nature.

Claro que hacer análisis genómicos no está al alcance de cualquiera, por lo que sólo algunos países pueden llevar adelante una eficaz vigilancia genómica que les permita identificar tempranamente las mutaciones más frecuentes y evaluar su peligrosidad. De hecho, Gran Bretaña es uno de los lugares donde más análisis genómicos se realizan cotidianamente y quizás por eso fueron capaces de detectar tan rápidamente esta variante, a medida de que subían notoriamente los casos en la región suroeste de Kent. Según documentos oficiales, esta nueva versión del coronavirus ya estaba presente en septiembre del 2020 en suelo inglés.

Transmisibilidad, virulencia, vacunas

¿Qué efectos puede tener esta variante, que se ha difundido tan rápidamente por el Hemisferio Norte, incluyendo Estados Unidos? Para conocer cuál es el impacto de una mutación hay que hacer numerosos análisis y observar cómo responde el organismo humano.

La mutación puede ser inocua, puede aumentar la transmisibilidad del virus (su capacidad infecciosa) o su virulencia (su capacidad de enfermar).

Además, las mutaciones pueden afectar la capacidad de los tests para hacer diagnósticos y, peor, la respuesta de los anticuerpos y las vacunas.

Claro que no todas las mutaciones en la proteína S impiden la respuesta protectora de anticuerpos y vacunas, aclararon recientemente los especialistas Adam Lauring y Emma Hodcroft en la revista JAMA. Por eso es preciso estudiarlas con detenimiento y mantener la calma.

“Hasta ahora, las mutaciones que se han identificado no impactan en las vacunas”, aseguró Carla Vizzotti, secretaria de Acceso a la Salud del Ministerio de Salud de la Nación en Argentina. “El objetivo de los virus no es matar a la persona sino replicarse. Por eso las mutaciones, en general, los hacen más transmisibles y menos letales”.

De hecho, un pequeño experimento confirmó que la vacuna comercializada por Pfizer no encontró obstáculos ante la nueva variante británica. Respecto de la sudafricana, “la estamos estudiando pero no hay evidencia hoy de que cause una enfermedad más severa o afecte alguna de las vacunas autorizadas”, explicó a la BBC la especialista británica Susan Hopkins.

Qué se puede esperar

Por el momento, ni el Instituto Malbrán, que realiza la vigilancia genómica de los virus en la Argentina, ni otros laboratorios del país han identificado un aumento preocupante de alguna cepa mutada. A lo sumo, detectaron la variante de Río de Janeiro en turistas. Pero hay que reconocer que no se hacen tantos análisis genómicos en la Argentina como en los países más desarrollados, por lo que podrían circular cepas aún no identificadas.

Nada de esto quita que una mutación peligrosa pudiera estar cocinándose en este momento en cualquier parte del mundo y no haber llegado (o no haber sido identificada) al país.

La mejor manera de contrarrestar el riesgo de que una nueva variante se instale es

  • disminuir la circulación de personas,
  • mantener la distancia entre ellas,
  • usar máscaras y
  • lavarse frecuentemente las manos,

al igual que en el 2020.

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Fuente
Pensar Salud

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