Billete de $1.000: Se pulverizó su valor y expertos reclaman un papel de $5.000 y hasta de $10.000
En apenas casi 4 años, apenas conserva cerca de 20% de su poder adquisitivo original, como consecuencia de una inflación que orilla el 50% anual
En los últimos meses se recalentó el debate: el billete de $1.000 ya quedó “corto” como el de mayor denominación en circulación, y desde expertos hasta comercios exigen que el Gobierno otorgue luz verde para crear un papel con un valor más alto, para facilitar y agilizar las operaciones en efectivo.
Es que en apenas casi 4 años de existencia, apenas conserva cerca de 20% de su poder adquisitivo original, como consecuencia de una inflación que orilla el 50% anual.
A raíz de eso, algunos economistas ya ponen en discusión que poner en la calle un ejemplar de $5.000 vaya a “alcanzar” para aflojar la tensión en el manejo del dinero físico que existe en las sucursales y transacciones cotidianas.
El ejemplo más claro es que varios productos de consumo diario y simple, como un kilo de carne o queso, ya cuestan más de un papel que tiene como imagen al hornero.
Así, desde el sector privado se afirma que la cantidad de ejemplares necesarios para realizar las compras en supermercados y lugares habituales va en un aumento alarmante.
Por eso se requiere una mayor denominación, para manejar operaciones de más elevado valor.
En tanto, desde el ámbito político, no se vislumbra demasiado consenso para ampliar las denominaciones existentes, porque esto implicaría que el oficialismo reconozca de forma directa que se convive con una inflación muy alta, que licua a pasos agigantados el poder adquisitivo del peso.
Un hecho que, en definitiva, genera serios problemas de logística y de mayores costos para movilizar y almacenar tanto volumen de dinero nacional.
Y hace recordar al gran problema que existió hasta mediados de 2016, cuando el papel de $100 era el máximo referente que circulaba en bancos y el público, y las recorridas por los cajeros automáticos “sin cash” era una postal corriente.
“Hay que repensar el abanico monetario, y sumar al circulante billetes de $5.000 y $10.000, por lo que los costos operativos logísticos y transaccionales de los cajeros automáticos caerían muchísimo”, sugiere Augusto Ardiles, ex director de la Casa de la Moneda, donde se desempeñó entre febrero de 2019 y mayo de 2020.
De hecho, según un estudio realizado por este ex funcionario, si el Banco Central hubiese impreso billetes de $5.000 desde enero del 2020, esto hubiese significado un ahorro durante todo el año pasado de unos 64 millones de dólares en papel, tinta y horas de trabajo.
“En vez de gastar u$s84 millones en imprimir solamente papeles de $1.000, hubiera gastado ´sólo´ u$s20 millones en este dinero de mayor denominación”, acota Ardiles.
Asimismo, agrega que con lanzar billetes de $5.000 y $10.000 se permitiría sacar de circulación billetes de baja denominaciion, los cuales, en muchos casos, están en mal estado, debido a que su vida útil es de apenas de 36 a 60 meses.
En cifras, hoy un billete de $1.000 equivale en dólares a u$s9,6, como valor oficial. Muy por debajo de lo que vale en los países vecinos sus respectivos billetes de máxima denominación, que supera en casi todos los casos los u$s20.
¿Ya se necesita un billete de $5.000?
El billete de mayor denominación de la actualidad es el de $1.000, que fue puesto en circulación en diciembre de 2017 y con el correr de los años ha perdido poder adquisitivo.
Por eso, muchos analistas se plantean cuál debería ser la unidad que podría incorporarse para restaurar el poder adquisitivo que originalmente tuvo esta nominación, que tiene la imagen del hornero.
Y en este punto conviene detenerse para señalar que, a lo largo de su vida, este billete perdió mensualmente, en promedio, alrededor de 3,2% de su poder de compra.
“Este deterioro no obedeció a ningún tsunami que la economía argentina dejó atrás, sino que en lo que va de 2021 el IPC Nacional aumentó a un ritmo promedio mensual de 3,4%. En otras palabras, los problemas que en la actualidad demandan un billete de mayor denominación son contemporáneos con el ciclo económico que atravesó y atraviesa la economía del país”, resume el analista Andrés Méndez, director de AMF Economía.
Y gráfica: “Para tener una idea, la pérdida de poder de compra que afectó al billete de $1.000 en casi cuatro años, resulta equivalente a la que sufrirá un billete de una economía desarrollada en más de 50 años”.
Al respecto, sostiene que cuando se plantea la necesidad de un billete de mayor denominación, también es necesario aclarar que la restauración de poder adquisitivo que imponga este billete más alto será “efímera”, en la medida en la que el fenómeno inflacionario local permanezca fuera de los estándares, no sólo mundiales sino también regionales.
Entonces, en una primera instancia, para determinar cuál debería ser el billete de más alta denominación que se requiere para este momento, se puede definir lo relativo a la canasta de bienes y servicios que mide el IPC Nacional, y su evolución desde la puesta en circulación del billete de $1.000.
“Un hipotético billete de $5.000 tendría, actualmente, un poder adquisitivo algo superior al que tuvo el de $1.000 apenas se lanzó, debido a que en diciembre de 2017 este adquiría una canasta equivalente a los $4.326 de octubre de 2021″, dice Méndez.
En consecuencia, podría decirse que un billete de $5.000 sería el “reemplazante natural” para restaurar el valor de compra que tuvo el de $1.000 apenas nació.
Es más, a un hipotético billete de $5.000 le quedaría algún resto para asimilarse al poderío de aquel billete de $1.000.
“Al ritmo esperado por el relevamiento de expectativas del mercado (REM) que realiza el Banco Central, recién entre febrero y marzo de 2022 se alcanzaría con el de $5.000 una equivalencia con el poder de compra que tuvo el de $1.000 cuando fue puesto en circulación”, proyecta Méndez.
Y completa que, de esta forma, podría arribarse a una primera conclusión: “Un billete de $5.000 restauraría el poder de compra que, originalmente, tuvo el billete de $1.000 en su fecha de lanzamiento a fines de 2017, y hasta lo mejoraría si fuera emitido entre octubre y febrero próximo”.
Billete aún más alto a mediano plazo
Más allá de esto, también destaca que se comenzará a requerir “un hermano mayor”, en la medida en que su fecha de emisión comience a tornarse lejana.
Es decir, un papel de $5.000 recompondría la situación de tener un billete “ideal” para afrontar transacciones cotidianas, como ir al supermercado, pagar una estadía de estacionamiento o una cena para dos personas.
Pero no sería de tanta utilidad para cubrir gastos mayores, como la adquisición de un bien costoso o el pago de las vacaciones, por ejemplo.
Además, por la elevada inflación mensual registrada, en pocos meses empezaría a perder poder de compra nuevamente, y empezaría a quedar retrasado su valor.
De acuerdo a las proyecciones del REM, en su mediana preanuncian que entre 2022 y 2023 el IPC Nacional acumulará un aumento de 100%, lo que determinará que, para mantener la capacidad adquisitiva de un billete de $5.000 de inicios de 2022, ya se debería acudir a un papel que duplique su valor nominal.
“O sea, que al finalizar 2023, un billete de $10.000 nuevamente volvería a inyectar aire fresco, tal como lo haría uno de $5.000 en la actualidad”, resume Méndez.
En consecuencia, si el deterioro del poder adquisitivo del billete de $1.000 a lo largo de cuatro años, lo condenó a un presente que reclama la emisión de un billete de mayor denominación, lo mismo ocurriría en poco tiempo con el “nuevo valor” que hoy es necesario.
“Las expectativas inflacionarias condicionan la supervivencia de un imaginario billete de $5.000 a emitirse (o no), debido a que en tan sólo dos años volvería a requerir un relevo, a través de la puesta en circulación de un nuevo signo que restaure el poder de compra perdido en el bienio”, finaliza Méndez.
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