Las tres mujeres que se animaron a avanzar con la detención de los camioneros en San Nicolás
Son la abogada denunciante, Florencia Arietto, la fiscal que juntó la prueba María del Valle Viviani y la jueza que firmó las órdenes de captura, María Eugenia Maiztegui
Para detener a dos sindicalistas del gremio de los camioneros por extorsionar a un empresario de San Pedro tras bloquear su distribuidora, fue necesaria la persistencia, determinación y valentía de tres mujeres: la abogada del denunciante, Florencia Arietto, la fiscal de San Nicolás que llevó adelante la investigación María del Valle Viviani y la jueza nicoleña, Maria Eugenia Maiztegui, que encontró sólidas las evidencias reunidas y estampó su firma en las órdenes de captura.
La tarea conjunta de estas tres mujeres de la ley llevó a la caída de Maximiliano Cabaleyro, titular del Sindicato de Camioneros de San Nicolás y concejal del Frente de Todos, y Fernando Espíndola, dirigente del mismo gremio. Ambos están encerrados en un calabozo, enfrentan cargos gravísimos por “turbación de la posesión “de la propiedad, y bloqueos que obstruyen el ejercicio del derecho a la propiedad, extorsión y coacción. La respuesta del gremio Camionero ante las detenciones fue bloquear la ciudad de San Nicolás, donde no se recogen los residuos y no entra ni sale un camión de alimentos. Tomaron de rehén a la ciudad, se queja el intendente Manuel Passaglia, que llamó a levantar el bloqueo.
Arietto está entrenada en paradas bravas: como Jefa de Seguridad de Independiente se enfrentó a los Moyano hace 10 años, luego lo hizo como dirigente de Juntos por el Cambio trabajando en política con Patricia Bullrich y ahora con Horacio rodríguez Larreta y además está al frente de estas causas judiciales donde asesora como abogada a empresarios en conflicto con los gremios que van más allá del ejercicio del derecho de huelga, para extorsionar e impedir la actividad productiva.
De 44 años, casada con dos hijas, en su perfil de Twitter se define como “Dama de hierro de Salto. Madre y esposa”. Esta abogada penalista, aguerrida y peleadora vehemente, es una de las impulsoras del Movimiento Empresarial Antibloqueo (MEAB).
Es dueña de una empresa de seguridad integral, trabaja con las madres de hijos pobres con causas armadas por la policía, trabajó con menores en conflicto con la ley penal, conoce el mundo del hampa, las cárceles y los perfiles criminales.
Su denuncia sobre los camioneros fue investigada por la fiscal María del Valle Viviani, de 43 años, esposa, madre de un varón y una mujer, y triatlonista amateur. La abogada de una familia de abogados de San Nicolás, donde su padre, hasta jubilarse, estuvo al frente de su estudio durante 30 años, lleva poco más de dos años como fiscal penal.
Su padre, es un peronista reconocido en San Nicolás y ella misma trabajó en alguna elección dando una mano al partido, pero eso no impidió que se pusiera al frente de la investigación de los dos sindicalistas y llevara a pedir su detención. Reunió testimonios, cruzó datos, recabó evidencia y terminó por probar delitos gravísimos que se castigan con hasta 23 años de cárcel. En San Nicolás todos la conocen, en el ámbito judicial, donde su padre dejó huella.
Es fiscal de San Nicolás desde el 13 de agosto de 2020, cuando juró en plena pandemia. Graduada en Derecho en la Universidad Católica Argentina de Rosario en 2002, trabajó en el estudio de su padre primero y luego fue auxiliada letrada en el Área de Ejecución Penal de la Defensoría Oficial en San Nicolás, trabajó en asuntos de jóvenes en conflicto con la ley penal y de allí, pasó a ser fiscal.
“Es una laburante, se pone la causa al hombro y va para adelante. Trabaja mucho y se nota en el rendimiento de su fiscalía”, dijo a La Nacion un abogado del foro local. Lleva su tarea con bajo perfil y a pesar de sus pocos años al frente de la fiscalía ya le tocaron casos resonantes: dos homicidios en su primer turno, apenas asumió. En un caso un crimen a sangre fría de un camionero que estaba durmiendo estacionado a la vera de la ruta y el otro, un enfrentamiento entre bandas a los tiros que terminó con una persona muerta de un escopetazo. Luego le tocó el robo a la estancia de San Pedro del empresario Oscar Andreani en enero pasado, donde están tras la pista de una organización criminal de la zona de Pilar.
No le gusta salir en los diarios, y en el caso de los camioneros hizo como en todas las causas, no importa quienes son los imputados. Hubiera hecho lo mismo si fueran del gremio de Moyano o de las organizaciones criminales locales, a quienes ya conoce bien.
Este conflicto camionero empezó en febrero y los gremialistas se sorprendieron con la orden de captura que determinó que terminaran entregándose en la Delegación de Investigaciones la policía bonaerense.
La jueza que firmó las órdenes de captura de los dos gremialistas es María Eugenia Maiztegui, pero todos le dicen Maru. Lleva muchos años en la magistratura y la respetan en San Nicolas como una mujer sin vueltas: lo blanco es blanco y lo negro es negro. Los que la conocen, incluso teniéndola enfrente, le reconocen que siempre decide lo que corresponde, sin vueltas, y señalan que es muy meticulosa en sus pronunciamientos.
Tiene 50 años y no tiene miedo a hacer escuchar sus reclamos: en febrero de 2019 uso su cuenta de Facebook para reclamar al gobierno bonaerense, entones de María Eugenia Vidal, porque no se cubrían las vacantes y se afecta el servicio de justicia. Sensibilidad social y apego a la ley, la definen.
Para una jueza, tiene habilidades inusuales: es poeta y fotógrafa. “Maru es la mirada y la palabra” sintetiza su obra una nota publicada en los medios locales. En la política creen que su mirada es más garantista, progresista, pero en la justicia la describen como conservadora en sus expresiones, aferrada al texto de la ley, “una jueza justa”, sintetiza un abogado nicoleño.
Su pasión, además del arte es el Club regatas de San Nicolas, donde se anota como fotógrafa habitual de las actividades que allí se realizan. En las letras es reconocida por su obra poética publicada que recibió más de 60 premios en certámenes nacionales e internacionales.
“María Eugenia Maiztegui tiene ojos en las manos y tinta en la mirada. Es la coyuntura de dos lenguajes desde donde aprendió a sentarse para decir la poesía de las calles, del río, de los rostros, del club, del barrio, de la quietud”, la describe en una semblanza Darío Valenzuela.
Ella en su poesía se describe a si misma: “Tengo sangre vasca y vascos en el corazón. Tengo amigos de todos los colores. Tengo azules y oro, y azules-naranja. También alguno que otro con plumas. Tengo amigos del fútbol, pero también, jugadores de vóley, atrapados en las redes de la infancia. / Tengo, sé que lo sigo teniendo, un taller de pan y poesía”.
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