Según un estudio, el feminismo puede conducir a una mejor imagen corporal
Una nueva investigación encontró una conexión entre ser feminista y pensar positivamente sobre el propio cuerpo.
Una nueva investigación de la Universidad de Georgia, publicada en Body Image, encontró que las madres feministas y sus hijas se sentían más positivas con respecto a sus cuerpos y menos avergonzadas por su apariencia que aquellas que no adhieren a los ideales feministas.
Para averiguarlo, se encuestaron a 169 pares de madre e hija a las que no se les preguntó específicamente si se autoidentificaban como feministas. En cambio, se indagó sobre sus percepciones sobre su propio poder como mujer, qué tan conectadas se sienten con sus cuerpos y qué tan en control se sienten de sus propias vidas, además de otras medidas de valores feministas.
Investigaciones previas habían mostrado una relación entre los comentarios negativos sobre el propio cuerpo con cuestiones tales como la depresión, los trastornos alimentarios, la insatisfacción corporal y más. El presente estudio mostró, en particular, que la forma en que las madres ven y hablan sobre sus cuerpos puede afectar la forma en que sus hijas ven el suyo y viceversa.
“Creo que uno de los puntos clave de este estudio es la importancia de centrarse en las mamás como agentes de cambio“, dijo Analisa Arroyo, autora principal. “Una forma en que podemos romper el ciclo intergeneracional de la imagen corporal negativa es empoderar a las madres para que se acepten a sí mismas y amen sus cuerpos, y eso es lo que podemos enseñarles a nuestras hijas”.
Pero es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Según Arroyo, hay todo un grupo de personas a las que nunca se les enseñó a pensar positivamente sobre sus cuerpos: “Se avergüenzan de sus cuerpos, ya sea por el tamaño, la identidad de género, el origen étnico o cualquier otra cosa. Y su charla negativa sobre sus cuerpos es hiriente”.
Por otro lado, las madres del estudio crecieron en los años 70 y 80, un período en el que la positividad corporal no era un concepto, y mucho menos el movimiento en el que se convirtió durante la última década.
“Probablemente se les enseñó que sus cuerpos, que naturalmente nunca podrían alcanzar los ideales de belleza, son deficientes y deben estar sujetos a mejoras continuas”, escribieron en una publicación de la universidad.
Como consejo, Arroyo sostiene que las madres pueden ser honestas y abiertas con sus hijas sobre sus luchas con la imagen corporal, pero también deben esforzarse por aceptarse más a sí mismas y alentar a sus hijas a seguir su ejemplo.
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