GÉNERO

Cuando ser víctima se transforma en tu propia cárcel

La escritora Belén López Peiró había denunciado a su tío por abuso sexual en el 2014. Casi diez años después recibió su condena. A raíz de su historia, analizamos el significado de la palabra víctima, concepto tan usado en estos tiempos. ¿Qué pasa si no quiero ser una víctima? ¿Existen víctimas valientes?

Siete de cada diez abusos sexuales suceden en el ámbito familiar. Ésta es una estadística conocida pero que de la cual tenemos poca dimensión de daños. El tío de la escritora Belén López Peiró abusó de ella desde los 13 a los 17 y esta semana recibió sus diez años de condena.

Peiró escribió dos libros: “Por qué volvías cada verano” y “Donde no hago pie”. El primero relata con voces de terceros todo lo que le fueron diciendo cuando decidió denunciar a su tío y el segundo, entre muchas otras preguntas, se cuestiona el rol de víctima y la función de la denuncia ante estos delitos.

Y es eso lo que voy a intentar desarmar en esta nota, el concepto de víctima. Porque mucha gente cree que sabe lo que significa esa palabra pero al investigar, el escenario es bastante más complejo de lo que parece.

Para hablar del tema entrevisté a Lara Fuchs, psicóloga especialista en género y estudios queers y además a Maria Lina Carrera, abogada, docente y coautora de “Dicen que tuve un bebé”.

DIME CÓMO TE SIENTES Y TE DIRÉ QUÉ TE PASÓ

El mensaje es lo que decimos pero también cómo lo decimos y al hablar de violencia de género, por ejemplo, “víctima” es una palabra protagonista. Vamos a dividir la cuestión en dos grandes terrenos donde dicha palabra juega un rol clave: el judicial y el psicoanalítico.

Dentro de la Justicia, el concepto está empíricamente enlazado a interpretaciones paternalistas y machistas. No sorprende. El libro “Dicen que tuve un bebé” que trata los casos de siete chicas presas por complicaciones obstétricas, desarma de forma clara estos preconceptos que tiene la cuestión judicial a la hora de leer una investigación en donde la implicada es mujer y la mayoría de los casos, pobre.

“Abordar los casos con perspectiva de género nos impone sacar del foco todas aquellas cuestiones sobre las cuales hace algunos años se intentaba atribuir a la víctima la culpa del hecho sufrido, especialmente en los delitos contra su integridad sexual. Se ha luchado y se continua luchando para que no se indague sobre cuestiones que nada tienen que ver con el hecho: el pasado de la víctima, sus relaciones sexo afectivas previas, su vestimenta, los lugares que frecuentaba, su círculo de amistad, etc. Esto antes estaba absolutamente normalizado, en la justicia y en los medios”, explica la abogada.

No es lo mismo decir víctima que persona que atraviesa una situación de violencia. Dentro de los márgenes legales continúa siendo una diferencia sutil aunque cada vez más formada. “Belén en su último libro ‘Donde no hago pie’, trabaja toda la carga y lo significativo que resulta reconocerse víctima de un proceso. Algunas personas prefieren denominarse sobrevivientes, por ejemplo. La subjetividad bajo la cual cada persona vivió los hechos sufridos es muy variante, porque por supuesto también depende de los hechos y de las consecuencias que hayan generado a lo largo de toda su vida”, agrega la especialista.

DE ADENTRO HACIA AFUERA

No es simple. La cuestión individual del proceso forma parte pero en general no es abordada de forma correcta. “Hay que escuchar a la persona y preguntarle cuál es su pretensión con el proceso, qué es lo que le gustaría que suceda. Esto, que parece muy evidente, es muy pocas veces consultado con las víctimas. La ley 27372 que fue sancionada en 2017 trae esta como una de sus ideas más fuertes, y es importante tenerla presente”, indica Carrera.

¿Pero qué pasa en el proceso terapéutico de una persona que atraviesa una situación de violencia? Más específico, ¿qué pasa si es mujer? ¿Es igual? ¿Es necesario aplicar perspectiva de género cuando hablamos de individuos que se sientan en terapia a ser analizades? Para Lara es un tema complejo pero que tiene algunas soluciones aparentes. “Víctima no es un concepto del psicoanálisis. Para el psicoanálisis no existe una situación que necesariamente transforme a cualquiera que haya pasado por ella en víctima. Sino que se trata siempre de una vivencia subjetiva. A diferencia del discurso de la ley, que es para todxs, el psicoanálisis trabaja desde una ética del caso por caso, donde el analista trabaja en su propio análisis para desprejuiciado, para dejar de lado de cualquier tipo de perspectiva o creencia de lo que está bien o está mal, y haya lugar para un solo sujeto que es quien consulta. Otorgarle la posibilidad de tomar la palabra y tomar una posición frente a la vivencia tiene un efecto dignificante”, sostiene.

Hay una creencia colectiva que ubica a las personas que fueron víctimas de abusos en un lugar incómodo y pasivo. El abuso se transforma en una fisura y la vida de quien lo transitó entra en una aparente oscuridad insalvable. Tanto la escritora Peiró como muchas otras traen este interesante debate, ¿por qué una violación me define? ¿Por qué debe detenerse mi vida por algo que nada tiene que ver conmigo?

“No es ingenuo el empuje al lugar de víctima que el sistema patriarcal propone especialmente a mujeres y disidencias. Es necesario hacer un análisis en términos de las posiciones de poder que se ponen en juego. Esto lo plantea muy bien Virgin Despentes en un capitulo de su libro Teoría King Kong donde describe la violación que sufrió haciendo dedo a sus 17 años, y que llamó “Imposible violar una mujer tan viciosa”. Despentes propone cuestionar la idea de que una mujer después de sufrir violencia sexual debe quedar traumatizada, avergonzada. Porque esto deja dos posiciones posibles: el silencio o ser una eterna víctima, una ‘mujer rota’”, indica Fuchs.

Siguiendo esa misma línea, Despentes se pregunta por qué los abusos no tienen a la violencia como respuesta pero sí a la indefensión. Más allá de la fuerza de quien ejerce el acto violento y más allá del acto en sí, ¿qué pasa con la posibilidad de ser sujetas activas en el proceso? “Siempre decimos que el lugar de víctimas puede ser un lugar importante por el cual pasar y reconocerse en algún momento, pero también del cual salir porque es muy objetivante. Pensar que alguien es una víctima es otorgarle cierta identidad permanente relacionada con un lugar de pasividad o de objeto frente al otro que violenta o debe salvarla. Por eso es muy importante hablar de personas en situación de violencia, esto restituye un lugar de agenciamiento, de sujetx en pleno derecho, deseantes y responsables de sus actos. No es empoderar, ya que empoderar a veces es una trampa, se trata más bien de poder hacer con las limitaciones, la vulnerabilidad y los puntos de imposibilidad y contradicción de cada caso. Abrir preguntas donde hay violencias naturalizadas que inviten a un cambio de posición subjetiva, que abra la posibilidad de hacer otra cosa con eso. Siguiendo la famosa frase Sartreana ‘somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotrxs’, hay condicionamientos, pero por otro lado, hacemos con lo que hicieron de nosotros, o sea, en ese punto hay libertad y posibilidad de decisión, y por más limitada y forzada que sea, es lo más emancipatorio y revolucionario que tenemos”, explica Fuchs.

LA BUENA, LA MALA Y LA PEOR DE TODAS

Cuando hablamos de violencia de género, dónde se pone el foco es importante. El cuestionamiento a la vida sexual de las mujeres es constante y se mide con distinta vara.

Las categorías de buena y mala víctima las sabemos bien. Titulares de ejemplos hay cientos y la sociedad es muy injusta con sus estándares inamovibles respecto a cómo debe ser, actuar y comportarse una persona que atravesó o atraviesa un abuso, una situación de violencia y hasta un duelo.

“Desde el momento en que se supone un ser de víctima – como si fuera un atributo de la persona, inamovible, al cual queda identificada – se construye un ideal. Esto no solo infantiliza al sujeto y da consistencia a posiciones paternalista sobre qué y cómo debe actuar o sentir; sino que plantea que hay un ideal de ser víctima y ante cualquier vacilación en algún discurso hay víctimas que no están a la altura y se transforman en malas víctimas. Hablar de estar en situación de violencia es distinto y trae una nueva visión de este tema tan complejo”, sostiene la psicóloga.

Está claro que hay algunas categorías que debemos dejar atrás y que la palabra víctima en este mismo momento se está reescribiendo en todos los ámbitos en donde la violencia de género impera. Reconocerse como tal puede despertarte pero entender que sólo depende de vos la salida, salvarte la vida.

“La ley 27372 le da la posibilidad a quien transita una situación de violencia de participar y ser parte del proceso a través de diferentes maneras. Tiene derecho a ser informada del proceso y a ser oída antes de cada decisión de los tribunales que pueda, por ejemplo, archivar el caso o disponer una medida de coerción (excarcelación, prisión preventiva, etc). La ley brinda un espectro muy amplio de posibilidades de acuerdo a la voluntad y las circunstancias de cada persona y se rige por el principio de no revictimización. Y claro que para aquellas que deseen participar con un rol más activo, se prevé también la posibilidad de ser parte querellante”, finaliza la letrada.

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