Sistemas sanitarios del futuro: dónde transcurrirá la larga vejez de quienes vivan más de 100 años
Jeanne Calment vivió hasta los 122 años. Cuando nació, en 1875, la esperanza media de vida era de 43 años. Hasta hoy, es la persona más longeva que haya vivido. La ciencia apuesta a que estos casos excepcionales pronto serán la regla. A la vuelta de la esquina queda el complicado dilema de definir dónde se transcurrirá una vejez demasiado extensa, con alta demanda de prestaciones médicas. ¿Será posible envejecer en casa o en un hogar geriátrico con estadías prolongadas y atención sanitaria suficiente? ¿Se están planificando otras opciones?
La esperanza de vida a esta altura
Mientras tanto, la esperanza de vida en algunos países se acerca a los 100 años. En Mónaco, Hong Kong o Macao ya supera los 85 años. Y en casi todo Europa está por encima de los 80 años. Todo ello gracias a avances médicos y sanitarios como vacunas, agua potable, antibióticos y mejores tratamientos para enfermedades cardíacas y cáncer.
Según el sitio Our World in Data, en Argentina la esperanza de vida fue de 77,3 años en 2019. La pandemia torció levemente esa cifra para abajo a 75,4 años para 2021. De todas maneras, sigue siendo una cifra “europea”.
Más longevos significa una población envejecida
La mayor longevidad y esperanza de vida de un país, junto con una disminución de la fecundidad, traen como consecuencia el envejecimiento de la población, todo un desafío social, sanitario y de convivencia para los próximos años.
Se considera una población envejecida cuando más del 7% de las personas tiene 65 años o más. En Argentina se supera el 10%. En 2050, más de 1.500 millones estarán en ese grupo etario, según datos de Naciones Unidas.
¿Cómo impactará eso en la sociedad y en la vida familiar? ¿Qué debería hacer Argentina para atender a una población cada vez más vieja? Carlos Presman, médico especialista en gerontología y docente de la Universidad Nacional de Córdoba, contextualiza: “Hoy un tercio de la atención médica es de pacientes adultos mayores. Es un imperativo ético incluirlos en nuestra sociedad. Hoy hay una cultura un poquito mejor que años atrás cuando se asociaba lo viejo a algo despectivo o desagradable. Pero seguimos en un mundo que alimenta la gerontofobia”.
Por su parte, el documento “Longevidad y cuidados de larga duración en Argentina” de las fundaciones Navarro Viola y SIDOM, es contundente: “La experiencia de los países que nos anticiparon en el proceso indica que la longevidad puede ocasionar costos catastróficos a las familias y a los sistemas de salud, además de amenazar la calidad de vida y el ejercicio de derechos humanos inalienables de las personas de edad avanzada”.
Envejecer en casa o en un hogar geriátrico
Los adultos mayores tienen como alternativa “envejecer en casa” o en un hogar geriátrico. “Una persona de 70 a 90 años que no puede caminar o no controla esfínteres es muy difícil de manejar en el domicilio. También se suman problemas cognitivos. Entonces, el médico hace lo que se llama la valoración geriátrica y la indicación puede ser trasladarla a un geriátrico. Es una respuesta mundial frente al adulto mayor frágil. Hay que quitarle la culpa a la familia”, asegura Presman.
Según datos del censo de 2010, 72.806 personas de 65 años y más vivían en 3.696 instituciones geriátricas de todo Argentina, aunque la cifra podría ser más alta en la actualidad (no hay datos del censo 2022), sumado a que hay varios hogares que no quieren ser identificados como tales.
Un mejor hogar geriátrico
A nivel nacional no existe un marco regulatorio sobre la calidad de estas instituciones. El documento de las fundaciones Navarro Viola y SIDOM advierte que en muchas de ellas existen vulneraciones de derechos humanos durante el proceso de admisión y atención de las personas mayores.
Presman cree que en los últimos años los geriátricos mejoraron mucho sus condiciones sanitarias. “Pueden ser un hogar donde los adultos mayores vivan muy bien y con buena asistencia. No es un lugar de abandono. Seguro que es una decisión no deseada, al igual que lo es decidir trasladar a un familiar a terapia intensiva. Pero ambas son respuestas sanitarias a un problema”, asegura.
Además de una norma marco, las fundaciones proponen aplicar modelos de evaluación como los que hay en otros países. Un ejemplo es la Care Quality Comission (CQC) de Gran Bretaña, una agencia reguladora independiente que tiene la facultad de establecer estándares, registrar, monitorear e inspeccionar a todos los servicios y profesionales de cuidados sociales y de salud.
Evalúa cinco aspectos de los hogares geriátricos: seguridad, efectividad (si logra buenos tratamientos), amabilidad, sensibilidad y gestión con liderazgo. Una base de datos de las instituciones con su puntaje se puede consultar vía web. Además, tiene la potestad de imponer advertencias, multas y suspensiones, si se observan irregularidades.
Envejecer en casa
La otra opción a la residencia en un hogar geriátrico es “envejecer en casa”. Pero presenta dificultades para la familia. No obstante, en algunos países se están creando programas que funcionan como una red de apoyo comunitario e informal que contribuye al cuidado de los adultos mayores, además de la red sanitaria.
Está integrada por familiares, amigos y vecinos, comercios “sensibles”, centros de jubilados y servicios de voluntarios. Además, las autoridades rediseñan las ciudades para el adulto mayor con servicios de transporte adaptados, programas recreativos y deportivos especiales y otras actividades para este grupo etario.
Por su parte, los servicios sanitarios para este grupo etario están focalizados en la atención primaria y de cercanía, con servicios a domicilio de enfermería y rehabilitación.
Un ejemplo, citado en el documento es el programa Isis Community Care que funciona en la ciudad de Bundaberg (Australia). Da apoyo a los adultos frágiles o con discapacidad para que puedan llevar una vida independiente y relacionarse con otras personas. Incluye servicios para aliviar al familiar a cargo del cuidado (desde la higiene personal hasta la limpieza de la casa y el mantenimiento del jardín, por ejemplo), actividades recreativas durante el día y atención médica. Se aplican costos mínimos por los servicios.
“El enfoque de las comunidades solidarias es especialmente apropiado para atender las diversas necesidades y preferencias de las personas de edades muy avanzadas, frágiles o con dependencias. Pero no hay ninguna experiencia conocida de este tipo en el país”, señala el documento.
Y agrega: “La falta de servicios de apoyo comunitario ocasiona el ingreso prematuro a instituciones de larga estadía de mayores que podrían seguir envejeciendo en casa con autonomía e independencia si recibieran servicios en su hogar o su propio vecindario”.
Presman coincide en que envejecer en casa siempre es la mejor opción. Pero para ello, hay que pensar en ciudades más inclusivas. “Ya estamos viendo que viven 3 o 4 generaciones en un mismo hogar. Las políticas de salud aplicadas a los adultos mayores debe tener por objetivo disminuir la incapacidad o discapacidad. Se deben diseñar estrategias sanitarias para que se llegue a edades muy avanzadas sin discapacidad”, señala.
El especialista recuerda que el éxito de que ahora podamos vivir 100 años es colectivo. “Se debe a que como sociedad logramos buenas condiciones de vida. Desde el aire que respiramos hasta el nivel de seguridad de la ciudad”, apunta. Y señala dos factores que se observan cada vez más en las ciudades y que “quitan años de vida”: el miedo y la soledad. “Si construimos una ciudadanía que ayude a disminuir el miedo y la soledad, seguramente vamos a estar prolongando la vida de nuestros padres y la nuestra”, concluye.
Y agrega: “Es muy importante generar una cultura de que envejecer no es enfermarse. Es un paso más en la historia de vida de cada uno. Hay que hacer hincapié en la convivencia y en que cada vez vamos a convivir más con nuestros viejos”.
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