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Seguir con Javier Mascherano sería persistir en el error

La decisión de darle continuidad al técnico al frente de los juveniles es una equivocación que puede costarle caro a Tapia.

“Con Chiqui tengo una gran relación y seguiré hasta el día que él quiera. Él sabe que todos los días tiene mi renuncia en su escritorio y decidirá. Mi idea es seguir si ellos creen que yo sirvo para esto. Y si puedo seguir aportando cosas. La realidad es que hay que diferenciar lo que pasó en el Sudamericano con lo que sucedió acá. Creo que no merecimos perder, hicimos todo para ganar y pasar de ronda”, dijo Javier Mascherano después de la derrota con Nigeria que eliminó a la Sub 20 del Mundial Juvenil que se juega en la Argentina.

Claudio “Chiqui” Tapia dijo en su cuenta de Twitter: “Con el dolor de la eliminación, pero con la tranquilidad del proyecto de juveniles que nutre a la selección mayor. Es momento de acompañar a estos pibes. Argentina, siempre”.

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Queda claro que Tapia está convencido de que Mascherano debe continuar y ser parte de la estructura que sostiene a los juveniles.

No es cuestión de patear al caído, pero no hay forma de sostener la decisión de darle continuidad al ciclo de Javier Mascherano. Los caprichos no son buenos consejeros. Y tampoco son inteligentes aquellos mortales que se sienten infalibles. Tapia, del Mundial para acá, se creyó para sí mismo el mito del Rey Midas, el que narraba que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Tapia acertó con Scaloni, es verdad, pero se equivocó feo con Mascherano al confirmarlo al frente de la Selección luego del fracaso del Sudamericano. Y para que ese error se consumara, colaboraron el entrenador de la selección mayor, Lionel Scaloni, y Lionel Messi, quienes oficiaron de intermediarios para convencer a Mascherano, que una y otra vez dijo que quería renunciar después de lo ocurrido en el Sudamericano. El que tenía razón ahí era Mascherano y no lo demás.

Queda claro que Tapia no es Midas. Ni está cerca de serlo. Y también queda claro que el presidente de AFA deberá bajarse del corcel blanco (para algunos es un pony) para volver a la realidad del fútbol argentino.

Para confirmar lo que decimos, hay que observar que el Sub 20 nunca encontró el rumbo futbolístico. Ni aún con las goleadas eventuales sucedidas durante el Mundial, que fueron consecuencia de la debilidad de los rivales más que de la fortaleza del equipo nacional.

El planteo ideado por Mascherano desde que asumió en los Juveniles es antiguo. Carece de la creatividad que reclama el fútbol moderno y no desarrolla ningún aporte novedoso para los pibes que aún están en edad de formación. Uno podría prescindir de los resultados si se vieran avances en conceptos novedosos o, siquiera, si el equipo tratara de jugar a algo parecido de lo que lo hace la Selección mayor. Pero no. Mascherano hace su vida y desarrolla algo que no tiene nada que ver con la idea de Scaloni. O sea, el ciclo no tiene sentido por el lugar que se lo mire. No obtiene resultados ni tampoco prepara a los jugadores para ascender a la selección mayor.

Mascherano juega con doble cinco en línea (algo que hacía la Italia de Arrigo Sacchi en los 90 con Nicola Berti y Roberto Donadoni). Ya lo dijimos en las columnas anteriores: jugar con doble cinco es toda una declaración de principios. Es reconocer que uno no confía en sus jugadores, es apostar al control más que a la sorpresa del ataque y optar por un sistema que se dejó de usar hace una veintena de años. Y ni que hablar si además se suma que el único fundamento ofensivo es el pelotazo o el desborde y el centro a la olla para el cabezazo de un nueve grandote.

La derrota contra Nigeria fue sorpresiva, es cierto. Pero tampoco es que uno imaginaba a este equipo campeón del mundo. No por las individualidades, que son muy buenas, sino porque el entrenador jamás estuvo a la altura de las circunstancias en el armado. Argentina fue un equipo tímido, poco agresivo, con volantes estáticos, con defensores que no sabían si debían achicar hacia adelante o agrandar hacia atrás. Y lo más grave es que ninguno de los errores que sucedieron durante el Sudamericano, fueron capitalizados por el entrenador para cambiar y mejorar. No. Se profundizaron. Se repitieron los planteos tímidos. Se apostó a un fútbol estático y sin sorpresas. Y se equivocó en la elección de los jugadores para las instancias finales. Y los resultados están a la vista.

Desde que asumió Mascherano Argentina perdió por goleada con Francia en el Torneo Revello (6-2) a pesar de tener en el equipo a casi todos los europibes: Franco Carboni, Nicolás Paz, Tiago Geralnik, Facundo Buonanotte (jugaba todavía en Central), Valentín Carboni, Matías Solué, Luka Romero y Alejandro Garnacho. O sea, no había excusas.

Luego llegó la eliminación en el Sudamericano, que lo dejó afuera de los Panamericanos y del Mundial, más allá de que por un pase de magia de la AFA consiguió finalmente que Argentina jugara este último torneo.

Ahora dicen que Mascherano dirigirá al Sub 23 que buscará la clasificación para los JJOO. ¿Es en serio? ¿No son demasiadas oportunidades para alguien que no mostró las aptitudes mínimas en tres torneos? Uno puede tropezar una vez con una piedra. Incluso, ante un rasgo de torpeza extrema, puede hacerlo por segunda vez. Pero si ya se lleva puesta tres veces la misma piedra, eso ya marca estupidez. O soberbia. Que en este caso parecen ser lo mismo. Que Tapia tome nota de este consejo.

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NA

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