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“Los magios”: un desafío para la intimidad y la ley

Opinando San Nicolás google news

La historia se repite una vez más en el mundo digital, donde la vulneración de la privacidad se convierte en tema central. En esta ocasión, un grupo de Telegram integrado por más de 11 mil tucumanos, inicialmente llamado “Los magios”, se dedicaba a la compra y venta de imágenes de mujeres sin su consentimiento. La trama toma un giro aún más inquietante cuando se descubre que las imágenes compartidas pertenecían a Paloma, una joven tucumana que comenzó a recibir solicitudes sospechosas en su cuenta de Instagram.

La alarmante experiencia de Paloma revela la oscura realidad de estos grupos, que operan en las sombras del ciberespacio. Tras recibir el aviso de una conocida acerca de la presencia de sus fotos en “Los magios”, Paloma se encontró sumida en una angustia y preocupación abrumadoras.

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Estos grupos de difusión no consentida, con nombres cambiantes para eludir la detección, han sido una constante en la esfera digital. La impunidad con la que operan se deriva de la dificultad para identificar y penalizar a sus integrantes. A pesar del repudio generalizado, la falta de leyes específicas que aborden este delito cibernético contribuye a su persistencia.

En el panorama legal argentino, la distribución no consensuada de imágenes íntimas carece de un registro penal uniforme, con la excepción de la Ciudad de Buenos Aires, donde puede constituir un agravante. Aunque existen dos proyectos de ley en curso, conocidos como Ley Olympia y Ley Belen, que buscan abordar este problema, aún no se ha llegado a una resolución definitiva.

El funcionamiento de estos grupos es sigiloso. En Telegram, las conversaciones no dejan rastro, lo que facilita la difusión de contenido no autorizado. Además de imágenes de Instagram, los administradores cobran por fotos y videos, e incluso se comparten imágenes generadas con Inteligencia Artificial de personas conocidas. La victimización no se limita a lo audiovisual, ya que también se intercambian datos personales, lo que agrega una dimensión aún más inquietante a esta violación de la intimidad.

El caso de Paloma se suma a una serie de incidentes similares que evidencian la urgente necesidad de medidas legales y de concientización. Las víctimas de esta práctica carecen de protección y enfrentan dificultades al intentar denunciar. A pesar de presentar denuncias, los recursos disponibles son insuficientes y las soluciones inexistentes.

Afortunadamente, hay proyectos de ley en proceso que buscan abordar esta problemática. La Ley Olympia y la Ley Belen, nombradas en honor a víctimas de acoso en línea, buscan no solo crear conciencia, sino también implementar cambios en las instituciones educativas, brindar apoyo psicológico y modificar el código penal para establecer la visualización no consensuada de imágenes íntimas como un delito.

Este tipo de delitos no solo afecta a las víctimas en el plano personal, sino que también perpetúa una cultura de la violación y la culpabilización. La transformación de la mentalidad colectiva es esencial para garantizar que se respete la autonomía y el consentimiento de las personas en línea. Mientras la sociedad siga premiando a los agresores y culpando a las víctimas, la lucha contra esta problemática continuará siendo un desafío constante.

“Los magios”

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