GÉNERO

Ciencia feminista: más allá de la técnica y el privilegio

Opinando San Nicolás google news

Desde hace siglos, la ciencia ha avanzado con notable eficiencia, pero ¿a qué costo? En medio de avances extraordinarios, la pandemia COVID-19 reveló las grietas profundas de una ciencia deshumanizada y cegada por el privilegio masculino. Nietzsche y Virchow, visionarios en su tiempo, señalaron el peligro de una ciencia sin alma, una ciencia que, aunque técnica, carece de la sensibilidad ética y política necesaria para abordar las verdaderas crisis humanitarias.

Los movimientos feministas, desde sus inicios, han planteado interrogantes cruciales sobre el paradigma científico imperante. No se trata simplemente de igualdad superficial, sino de una redefinición fundamental de la ciencia misma. ¿Qué puede aportar una ciencia que no solo ve con los ojos de la razón, sino que también siente con el corazón? Las mujeres, históricamente relegadas y desafiadas, han mostrado cómo el poder patriarcal ha distorsionado no solo las relaciones sociales, sino también el desarrollo científico hacia fines exclusivamente utilitarios y de dominio.

Nuestra lucha ha sido desafiante: desde ser consideradas “animales de presa” hasta enfrentar mutilaciones y marginaciones sistemáticas. Sin embargo, persistimos, revelando los límites de una ciencia que, al servicio del patriarcado, perpetuó desigualdades y exacerbó crisis globales como el cambio climático y la hambruna.

La ciencia, como motor de progreso, debe evolucionar hacia una perspectiva más inclusiva y consciente. Necesitamos una ciencia feminista que no solo cuestione los privilegios arraigados, sino que también abra nuevos caminos hacia la comprensión colectiva y el respeto por la diversidad. Es hora de transformar paradigmas, desmitificar la supuesta neutralidad científica y reconocer los aportes del feminismo y los antirracismos como fundamentales para construir un futuro más justo y sostenible.

En última instancia, es tiempo de una ciencia floreada, una ciencia que no teme abrazar la complejidad ni rechaza el papel vital de la empatía y la ética en la investigación y la aplicación del conocimiento. A través de este cambio de paradigma, podemos no solo mejorar la ciencia misma, sino también contribuir a un mundo donde todas las formas de vida, humanas y no humanas, puedan florecer en plenitud.

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