INTERÉS GENERAL

Azúcar: nueva culpable de enfermedades inflamatorias

La inflamación se encuentra hoy en el centro del interés médico. Distintas enfermedades, desde la psoriasis y la artritis reumatoidea a la enfermedad de Crohn y la ateroesclerosis, se asocian con una respuesta inflamatoria exacerbada. Se torna crónica y pone en marcha una serie de trastornos graves en el organismo. En ese escenario, el azúcar aparece como nueva culpable de las enfermedades inflamatorias crónicas.

Azúcar peligrosa

Las causas de la inflamación crónica de bajo grado, que se encuentra frecuentemente en pacientes cardíacos, pueden ser muy diversas. Nuevos estudios la asocian con el consumo excesivo de azúcar.

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El azúcar de la dieta se adquiere en múltiples formatos químicos, y se absorbe en el intestino como glucosa y fructuosa. Estos azúcares son indispensables para que las células fabriquen energía, pero en cantidades excesivas resultan nocivas para el funcionamiento del organismo. Además, los azúcares (también conocidos como “hidratos de carbono”) generan un aumento de la grasa visceral. El tejido adiposo, a su vez, participa en la liberación de factores que disparan la inflamación en todo el organismo.

Por otra parte, la ingesta excesiva de azúcares altera el microbioma intestinal, el conjunto de bacterias y otros microorganismos que habitan el tubo digestivo humano. Esta alteración modifica la permeabilidad del intestino –lo que permite el pasaje de bacterias- y también aumenta la inflamación crónica en distintos órganos.

Hiperingesta de azúcares, culpable de enfermedades inflamatorias

La alimentación actual utiliza grandes cantidades de azúcar y derivados –especialmente jarabe de fructuosa de maíz- en el procesamiento de comidas rápidas, pastelería, postres y bebidas. Como consecuencia, en las últimas décadas se han disparado las cifras de obesidad, diabetes y enfermedades cardiológicas en todo el mundo.

El exceso de azúcar también se asocia, según se descubrió recientemente, con una serie de enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple. También con las enfermedades inflamatorias del intestino.

Azúcares libres

Sin embargo, no todos los azúcares son igualmente dañinos. El consumo excesivo de azúcares “libres” – los que se le agregan a bebidas y comidas (pastas, postres, panes), y los presentes en la miel, las golosinas y los jugos de frutas concentrados- están asociados con un mayor riesgo de sufrir distintas enfermedades cardiovasculares y un aumento de los triglicéridosde acuerdo con un estudio británico publicado en la revista BMC Medicine.

Pero los azúcares que vienen incorporados naturalmente en la mayoría de verduras, frutas y lácteos no parecen influir en el riesgo de tener infartos ACV ni otras patologías. Y si se consumen fibras y granos enteros con la alimentación diaria, se pueden contrarrestar, aunque sea parcialmente, los efectos cardiovasculares negativos de los hidratos de carbono excesivos provenientes del azúcar y los granos refinados.

Como sea, las autoridades sanitarias de la Organización Mundial de la Salud recomiendan que la ingesta de azúcares libres o agregados a la dieta no supere el 5 al 10% del total de la energía ingerida por día. Lo ideal es no consumir más de 6 cucharaditas de té diarias de azúcar.

Hay que tener en cuenta que las comidas y bebidas industrializadas contienen ya altos contenidos de hidratos de carbono. Por ejemplo, una lata de gaseosa puede contener el equivalente a 10 cucharadas (40 gramos) de azúcares libres, mientras que 1 cuchara de kétchup puede esconder 1 cucharadita de azúcar libre.

Infancia demasiado azucarada

La influencia negativa del exceso de azúcar atraviesa las generaciones. Según un estudio realizado por Syed Bukhari y sus colegas del Williams College, en Estados Unidos, las hembras de ratas que consumen alimentos altos en fructuosa durante el embarazo dan a luz a bebés con un sistema inmunológico alterado que presentan inflamación periférica. Al llegar a la adolescencia, esos bebés muestran trastornos inflamatorios y, además, comportamientos ansiosos que se extienden hasta la adultez.

La lactancia materna prolongada ayuda a que los bebés no sufran problemas inflamatorios ni infecciosos, pero si se combina con la ingesta temprana de azúcar a través de alimentos, miel o jugos azucarados, los niños pueden sufrir de caries dentales a los 2 años, de acuerdo con un reciente estudio brasileño.

El problema no es la lactosa de la leche materna, subrayaron los investigadores. Por el contrario, es la inclusión de azúcar en la dieta antes del año junto con la prolongación de la lactancia  materna. Algo muy frecuente en poblaciones de bajos ingresos.

La limitación del consumo de azúcar debe comenzar en la infancia y prolongarse a lo largo de toda la vida, para controlar el sobrepeso y disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, inflamatorias y autoinmunes en forma crónica.

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Fuente
Pensar Salud

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