Optimismo excesivo y capacidades cognitivas: ¿Una ecuación riesgosa?
En el mundo que habitamos, la realidad permanece inmutable; sin embargo, nuestra manera de enfrentarnos a ella varía notablemente. Mientras algunos individuos se inclinan hacia el pesimismo, hallando la única nube en un día soleado, otros prefieren percibir la lluvia como un fenómeno único que resalta la calidez del sol matutino. Esta última actitud, conocida como optimismo poco realista, puede conducir a comportamientos arriesgados, a la subestimación de riesgos reales o, incluso, a habitar en una realidad completamente distante.
Recientemente, investigadores de la Universidad de Bath, en el Reino Unido, han arrojado luz sobre las consecuencias del optimismo excesivo. Su estudio, titulado “Mirando el lado (B)right de la vida: Habilidad cognitiva y expectativas financieras mal calibradas”, publicado en la revista Personality and Social Psychology Bulletin, revela que el optimismo desmesurado se asocia con habilidades cognitivas inferiores, abarcando desde la fluidez verbal hasta el razonamiento numérico y la memoria.
Los resultados indican que, a medida que los optimistas tienden a tomar decisiones menos acertadas, aquellos con altas capacidades cognitivas se inclinan hacia un enfoque más realista y, en ocasiones, pesimista en sus expectativas de futuro. Chris Dawson, uno de los investigadores, señala que la baja capacidad cognitiva conduce a sesgos autoflagelantes, donde las personas pueden engañarse a sí mismas hasta cierto punto.
La afirmación principal del estudio se apoya en la idea de que los planes fundamentados en creencias excesivamente optimistas conducen a decisiones poco acertadas y a peores resultados en comparación con aquellas basadas en creencias realistas. Este fenómeno se manifiesta especialmente en decisiones financieras, como empleo, ahorro y emprendimiento, con implicaciones significativas para los individuos. Expectativas financieras irrealmente optimistas pueden resultar en un consumo y endeudamiento excesivos, así como en una creación exagerada de empresas destinadas al fracaso.
La metodología del estudio consistió en encuestar a más de 36,000 hogares en el Reino Unido, analizando sus hábitos y expectativas sobre el bienestar financiero. La comparación de estos datos con los resultados financieros reales reveló que las personas con mayor capacidad cognitiva mostraban un 22% más de probabilidad de adoptar una perspectiva realista y un descenso del 35% en la probabilidad de caer en el “optimismo extremo”.
El optimismo excesivo, concluye Dawson, puede nublar nuestra capacidad para tomar decisiones serias al velarnos la realidad. En una sociedad impregnada de pensamiento positivo, es crucial reevaluar ciertos aspectos de esta creencia. Así, la investigación sugiere que los pesimistas podrían ser simplemente individuos bien informados, más conscientes de la complejidad de la realidad que los rodea.
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