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El youtuber Yao Cabrera simuló un secuestro y pidió 30.000 dólares a sus fans para el rescate

El popular youtuber uruguayo comenzó una campaña falsa en la que pretendió estar secuestrado para pedirle una importante suma de dinero a sus seguidores, todo de entre 8 y 14 años

Con el objetivo de llamar la atención, la organización liderada por el Youtuber uruguayo Yao Cabrera es nuevamente denunciada por la promoción de un supuesto “secuestro” del cuestionado influencer y por la cual todos sus socios de los canales WIFI y Viral sumados a una gran cantidad de cuentas de Instagram vinculadas a dicho team “solicitan dinero a sus seguidores para pagar el rescate”.

Cabe aclarar que la organización ya tiene denuncias acumuladas por “corrupción de menores”, “abuso sexual y coacción”, promoción de “estafas” para pagar cirugías y la confección de un sistema piramidal similar al del “telar de la abundancia”.

En los pasillos de los tribunales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se habla de que esta vez Yao Cabrera habría incurrido en un nuevo delito: el de la “extorsión”. Explican que el “secuestro” no aplica porque Cabrera, más allá de la mentira instalada para manipular a los inocentes niños, no perdió su libertad y es allí que “cambia la figura por una que sí está regida en el artículo número 168 del Código Penal que es el de la ´extorsión´ por que Yao y sus partícipes necesarios están en esa despreciable acción tratando de obtener un beneficio económico y que los niños hagan algo en base a una falsedad o una falacia”.

Yao Cabrera se ha convertido así en el nuevo “Camus Hacker” del delito informático en redes. Cabe recordar que Emanuel “Camus” Loselli atacaba a los famosos de la televisión con fotos y material pornográfico para luego extorsionarlos (Fátima Flórez, Verónica Lozano, Diego Korol, Iliana Calabró, Flor Peña, Sergio “Maravilla” Martínez, entre muchos otros.) y Yao Cabrera en cambio vulnera mediante diferentes manipulaciones y ardides a los que él llama su ejército, es decir, niños de entre 8 y 12 años de edad y por consiguiente las tarjetas de crédito de sus desprevenidos padres.


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