Palito Ortega cierra con un espectáculo lleno de emociones, recuerdos y clásicos atemporales en el Luna Park
Comenzó el espectáculo con una cita que resonaría en los corazones de todos los presentes: “Nací un mes de marzo a plena luz, fui la alegría y la inquietud de aquel hogar tan pueblerino”, así arrancó Palito Ortega en su tema Autorretrato de mi vida. Esas simples palabras fueron suficientes para desencadenar una cascada de recuerdos que emocionaron al legendario artista de tal manera que tuvo que detenerse y reiniciar la canción, interpretada casi al final de su espectáculo.
La noche estaba impregnada de nostalgia y emoción en el Luna Park. Antes incluso de que el reloj marcara las 21:30, las cercanías del recinto estaban vibrantes, iluminadas por los característicos destellos del lugar, así como por las vinchas luminosas que muchos de los seguidores de Palito Ortega llevaban, preparándose para una velada especial. Y especial fue, en todos los sentidos.
A medida que la banda, compuesta por tres vientos, tres coristas, una tecladista, una percusionista, un baterista, bajo, guitarra acústica y el querido Lalo Fransen en la primera guitarra, comenzaba a tocar, la anticipación en el aire era palpable. Las luces se apagaron, sumiendo el recinto en la oscuridad, y de repente, la figura del cantante se destacó, de espaldas, vestido de negro, con destellos en su saco, antes de girar hacia el público y fijar sus ojos en él. El público rugió de entusiasmo.
Durante la noche, amigos y familiares se unieron a él en el escenario, mientras Palito Ortega recorría los diferentes momentos de su vida a través del baile y las canciones que habían resistido el paso de más de 60 años desde que fueron compuestas. Y a cada nota, a cada movimiento, el público respondía con una ovación, llenando el lugar con su energía y amor por este ícono de la música.
El espectáculo comenzó con un arranque arrollador, donde resonaron clásicos de la talla de “Un muchacho como yo”, “Bienvenido amor”, “Viva la vida” y “Corazón contento”. En medio de la actuación, el autor de estas joyas interactuó con el público, preguntándoles si recordaban su primer éxito en el Club del Clan, aquel que desde el principio lo catapultó a la categoría de ídolo. Entonces, entonó el primer verso de “Despeinada”, desatando la locura total entre los presentes.
A lo largo del show, Palito Ortega repasó diferentes etapas de su vida. Rememoró el tiempo en que, siendo un joven repartidor de una tintorería en Buenos Aires, pasaba sus días escuchando los éxitos del Festival de San Remo, centrándose en la figura de Doménico Modugno, y soñaba con la posibilidad de acompañarlo en algún momento.
“Recuerdo cuando decía: ‘Algún día voy a conocerlo y voy a cantar con él’. Si alguien me escuchaba, seguro se moría de risa, porque yo repartía ropa de la tintorería por ahí por Belgrano. Pero miren las vueltas de la vida, que terminé haciendo una gira por toda Italia, ¡17 conciertos hicimos juntos!”. Palito Ortega compartió estas reflexiones con el público, enfatizando la importancia de mantener una actitud positiva frente a la vida.
Este mensaje resonó a lo largo de todo el espectáculo: no ceder ante las adversidades. Así comenzó a sonar “Muchacho que vas cantando”, que también tuvo su versión en italiano, como un símbolo de la trayectoria internacional del artista.
Después de una serie de temas movidos, Palito se detuvo un momento para hablar de “Vestida de novia”, una canción lenta que surgió a partir de una noticia periodística que leyó en un diario durante un viaje de regreso a Buenos Aires desde Bahía Blanca. La historia narraba el trágico destino de una mujer que falleció días antes de su boda.
Llegó entonces el momento de un mensaje especial, el saludo a “su otra mitad”. Invitó al escenario a Evangelina Salazar, su esposa, quien también mostró su emoción. “Uno siempre es la mitad de una historia, la otra mitad son los seres que tenemos alrededor, la otra mitad es la que hace los trabajos invisibles, como en este caso mi mujer, que se encarga de cuidar a mi familia y a los hijos, y por eso somos lo que somos”, expresó Palito, antes de fundirse en un beso y abrazo con ella. El público estalló en aplausos.
Después de entonar “Lo mismo que a usted”, Palito Ortega evocó la visita de Frank Sinatra a Argentina y las deudas que le ocasionó debido a las fluctuaciones del dólar en aquella época. “Ya no sabía qué más empeñar, incluso miraba a mis hijos y me preguntaba cuál me daría más dinero”, bromeó. A pesar de las dificultades financieras, logró salir adelante y guarda gratos recuerdos, entre ellos el de una canción que nunca llegó a traducir al inglés como se había planeado. En aquel memorable concierto de “La Voz” en Argentina, la canción, “Sabor a nada”, solo se interpretó en versión instrumental.
Durante su relato, también recordó el momento en que un productor musical le dijo: “Tengo a tres chiquitas que cantan muy lindo, canciones infantiles”. Con emoción, continuó: “Esas tres niñas crecieron y esta noche nos visitan, así que señoras y señores, un aplauso para Las Trillizas de Oro”. Así, María Emilia, María Eugenia y María Laura subieron al escenario y juntas recordaron a Violeta Rivas al interpretar “Qué suerte” y “Voy cantando”. “Recuerdo haberlas visto por primera vez en el programa de Pipo Mancera, ¿alguno se acuerda, por favor? Algún fanático tiene que recordarlo”, añadió el artista.
Mientras Palito Ortega realizaba un cambio de vestuario, su compañero de ruta, Lalo Fransen, tomó el escenario para desplegar su magia. “Él es muy celoso y quería cantar antes que las Trillizas por miedo a que lo aplaudan menos que a ellas”, bromeó Palito, antes de dejarle el protagonismo a Fransen, quien interpretó El martillo y Oye niña.
Una vez de vuelta en el escenario, vestido de blanco, Palito Ortega continuó con su repertorio, interpretando Decí por qué no querés, Camelia y Que Dios te bendiga. Fue entonces cuando recordó un momento clave de su vida: a los 18 años, un problema en una pierna le evitó el Servicio Militar Obligatorio. “Y yo debería hacerle un monumento a este tobillo, porque ese mismo año me mandan un telegrama para que venga a grabar mi primer disco. Si yo hacía la ‘colimba’, no iba a poder grabar y ustedes se salvaban de mí”, comentó entre risas.
En aquellos años, ávido de las novedades discográficas, Palito se topó con un disco de la llamada Nueva Ola, cuyo intérprete era Johnny Tedesco. “Esta noche me voy a dar con el inmenso gusto de invitar a ese señor a quien yo empecé imitando”, anunció Palito, preparando el escenario para otro momento especial.
Pocos segundos después, Palito, Lalo y Johnny se unieron en el escenario, recordando los días en que en 1963 formaron el grupo llamado Los Red Caps. Los temas Popotitos y La Plaga convirtieron los pasillos del Luna Park en una pista de baile improvisada, mientras las pantallas proyectaban imágenes que rememoraban esos días, formando parte del ciclo musical que quedó grabado en la historia.
Cada vez que Palito anunciaba que sería su último show, el público, en un fervoroso gesto, lo contradecía. “Y sí, porque si seguimos así el próximo show lo voy a hacer con un bastoncito. Pero mientras pueda, voy a seguir recordando estas viejas melodías que escribí por esos años”, dijo el músico antes de iniciar “Mi primera novia” y “Papeles”.
Luego, el formato acústico tomó el escenario para evocar la película “Los muchachos de mi barrio”, en la que Palito fue la figura principal en 1970. La película cuenta la historia de un cantor exitoso que regresa a su tierra natal y se reencuentra con sus viejos amigos. Sonaron entonces el tema que da nombre al filme, “Te fuiste en abril” y “Qué vas a hacer esta noche”.
Charly García también fue recordado. “Ustedes conocen la historia, se dio de una manera tan particular que terminamos compartiendo un año entero ahí, en una situación difícil, pero gracias a Dios pudo salir. Y yo escuchaba en esos años a Sui Generis, y miren lo que es la vida, hoy lo tenemos acá al señor Nito Mestre, un artista que escribió páginas importantes en la historia musical argentina”, lo presentó y le cedió el micrófono para que entonara “Canción para mi muerte” y luego juntos hicieran lo propio con “Muchacha de luna”.
Palito Ortega revivió los primeros años de su vida al recordar cómo, desde muy joven, tuvo que trabajar para ganar unas pocas monedas. “Un día me desperté pensando en cómo resumir toda esta historia, con tantos matices. La verdad es que son innumerables los provincianos que buscan un futuro, miles de almas que buscan trabajo para ayudar a sus familias. Esa era la realidad de nuestro país, y creo que sigue siéndolo. La gente sufre el desarraigo para encontrar empleo. Quizás todo eso haya sido mi fuente de inspiración para escribir mis canciones; pero no sobre la cara fea de la vida, no sobre el dolor, que lo he vivido y conocido. Lo que debemos ofrecer a la gente es la esperanza de un mañana mejor”, expresó.
Durante el espectáculo, interpretó “Changuito cañero” y “Autorretrato de mi vida”. La última frase de esta última, “No me arrepiento de mi ayer, lo que sufrí ya lo olvidé, soy el autor de mi alegría”, brotó del alma y se reflejó en su voz y su rostro, mostrando la emoción ante sus seguidores. El cierre llegó con “Yo tengo fe”. Ante la negativa del público a irse, Ortega regresó al escenario con dos de sus nietos para interpretar “Media novia” y “Viva la vida”, brindando así un final espectacular a la velada.
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