Más allá de la masculinización: la búsqueda de un feminismo dialogante
En un mundo donde el feminismo ha ganado terreno, se ha vuelto imperativo cuestionar ciertos patrones que, paradójicamente, perpetúan estructuras de poder patriarcales. Uno de estos fenómenos es lo que se ha denominado como la “masculinización de las mujeres”. Este término describe el proceso mediante el cual las mujeres adoptan rasgos tradicionalmente asociados con la masculinidad en su búsqueda de igualdad y reconocimiento en la esfera pública.
Sin embargo, ¿qué implica exactamente esta “masculinización”? En esencia, se refiere a la adopción por parte de las mujeres de características como la competitividad, la agresividad, la confrontación y la reactividad impulsiva. En lugar de transformar la esfera pública con los valores que históricamente han sido propios de la experiencia femenina, como el diálogo, la cooperación y el cuidado de los vínculos, hemos optado por imitar irreflexivamente los comportamientos asociados con la masculinidad.
Este fenómeno tiene profundas implicaciones. En nuestra búsqueda de igualdad, ¿estamos simplemente perpetuando los mismos patrones de comportamiento que buscamos cambiar? ¿Acaso no deberíamos estar promoviendo una nueva forma de relación con el mundo, una que integre la diversidad de perspectivas y valores que las mujeres aportan?
Lo que se necesita es un feminismo que trascienda la mera imitación de los modelos masculinos y abrace una perspectiva más amplia y enriquecedora. Un feminismo que reconozca la importancia del diálogo sobre la confrontación, la cooperación sobre la competencia y el cuidado de los vínculos sobre la agresividad.
El desafío está en encontrar un equilibrio. No se trata de renunciar a la lucha por la igualdad, sino de hacerlo de una manera que no reproduzca los mismos patrones de opresión que estamos tratando de superar. Necesitamos un feminismo que nos permita ser nosotras mismas, sin tener que sacrificar nuestra esencia en el proceso.
Es hora de abandonar la idea de que para ser exitosas en el mundo público debemos adoptar comportamientos agresivos y competitivos. Es hora de abrazar una feminidad que no se define por su relación con la masculinidad, sino por su propia fuerza y autenticidad.
En última instancia, lo que necesitamos es un feminismo que nos permita ser como los hombres, pero también nos permita ser plenamente nosotras mismas. Un feminismo que celebre la diversidad de experiencias y perspectivas que las mujeres aportan al mundo, y que trabaje hacia un futuro donde el diálogo y la cooperación sean los pilares de nuestra sociedad.
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