El destino de tus fotos: ¿serán recuerdos duraderos o desaparecerán en el olvido?
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Sacamos más fotos que nunca, pero rara vez nos detenemos a mirarlas. Aunque parecen seguras en la nube y en nuestros celulares, son más frágiles y efímeras que un viejo álbum familiar.
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Hace poco más de dos décadas, era impensable que casi cualquier persona pudiera llevar una cámara de alta calidad en su bolsillo, lista para capturar imágenes en cualquier momento. Hoy, tomar fotos es un acto cotidiano y automatizado. Ya no nos preocupamos por los rollos de película, el revelado o los ajustes técnicos. Con la llegada de los smartphones, la fotografía dejó de ser un arte reservado para expertos y se convirtió en un gesto instantáneo.
El acceso inmediato a una cámara provocó un fenómeno sin precedentes: cada día se capturan 5.300 millones de imágenes en todo el mundo, lo que en 2024 representó un total de 1.934.500.000.000 fotografías. Sin embargo, esta sobreproducción de imágenes generó una paradoja moderna: sacamos más fotos que nunca, pero casi nunca las volvemos a ver. Antes, cada foto tenía un valor especial porque implicaba un proceso costoso. Ahora, la facilidad de capturar imágenes ha diluido su significado.
Además, confiar en la nube como respaldo de nuestros recuerdos tiene riesgos que rara vez consideramos. ¿Qué sucede si perdemos el acceso a nuestra cuenta o si el servicio deja de existir? La fragilidad del almacenamiento digital es un problema real: pendrives se pierden, discos duros fallan y los celulares pueden ser robados.
Otro desafío poco hablado es la muerte. Las fotos digitales quedan atrapadas tras contraseñas o en cuentas inactivas, corriendo el riesgo de desaparecer para siempre. En contraste, las fotos impresas siguen ahí, accesibles para generaciones futuras sin necesidad de claves ni tecnología específica.
El valor de lo tangible
“Hace un par de meses encontramos una caja con diapositivas de familiares que ya no están”, relata Alan Monzón, reportero gráfico de Rosario3. “Nos juntamos en familia a verlas con un proyector y fue un acontecimiento. Muchas veces, menos es más.”
La impresión de fotos, que antes era una necesidad, hoy se ha convertido en un acto deliberado de preservación. “Hoy en día, imprimir fotos es un regalo original”, cuenta Matías, empleado de una casa de fotografía con más de 50 años de trayectoria. “La gente ya no llena álbumes, pero imprime momentos concretos: un viaje, un cumpleaños, una boda.”
La fotografía impresa no solo ocupa un espacio físico, sino que genera una conexión sensorial distinta. “Cuando alguien ve una foto impresa, la analiza con más detalle, se acerca, hasta la huele”, comenta Alan. “Es una experiencia distinta a verla en pantalla.”
Aunque la digitalización ha cambiado la manera en que almacenamos recuerdos, el papel sigue ofreciendo una ventaja irremplazable: su permanencia en el tiempo. No se trata de imprimirlo todo, sino de elegir las imágenes más significativas para asegurar que nuestra historia visual no dependa de contraseñas ni servidores, sino de algo tan simple y poderoso como el papel.
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