Cómo avanza el desarrollo de la vacuna argentina contra el Covid-19
Científicos de la Universidad de San Martín y el CONICET trabajan en uno de los 85 prototipos mundiales que están en fase preclínica.
Mientras el Gobierno negocia para contar con vacunas de diferentes laboratorios, en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas, científicos trabajan para desarrollar una vacuna argentina contra el coronavirus.
El equipo de 12 especialistas es liderado por la investigadora principal del CONICET Juliana Cassataro, quien, en diálogo con Clarín, explica: “Nuestro proyecto está en etapa preclínica, de ensayo en animales, casi a punto de terminar esta fase. En estos seis meses demostramos, en el laboratorio, que la fórmula que elegimos, basada en proteínas recombinantes, induce anticuerpos que neutralizan al virus. Ahora estamos hablando con empresas locales que tengan la capacidad de producir este prototipo en condiciones GMP para poder empezar una fase de prueba en humanos”.
“Desde abril estamos trabajando, casi todos, en forma presencial durante doce horas por día. Muy comprometidos”, Destaca Cassataro.
La fórmula en la que trabaja el equipo argentino utiliza proteínas recombinantes y no se basa en ninguna de las plataformas que utilizan las vacunas que ya fueron aprobadas, como la de Moderna y Pfizer (con sus tecnologías ARN), o como la rusa, que se aplica en el país con una “aprobación de emergencia” y que consiste en dos dosis, cada una con un vector de adenovirus diferente.
“Tomamos diferentes partes del virus, como por ejemplo su proteína Spike, para producirlas en laboratorio. Esas proteínas, que son proteínas recombinantes, que nosotros producimos con células en el laboratorio, las purificamos. Logramos que queden recontra puras, de modo que al ingresar al organismo no infecten las células pero sean reconocidas por el sistema inmunológico para generar los anticuerpos necesarios y defenderse del virus real”, precisa Cassataro.
Y continúa: “A la fórmula se le agrega algo más para tener una respuesta inmune deseada. Por eso estudiamos diferentes compuestos. Es decir, utilizamos prototipos con distintas formulaciones y mezclas. Hay que probar la dosis del antígeno, la cantidad, la dosis del otro compuesto. Una gran cantidad de combinaciones. Todo eso lo probamos en animales, estudiamos la respuesta inmune y seleccionamos las mejores fórmulas que induzcan los mejores anticuerpos neutralizantes del virus. A eso nos dedicamos en estos seis meses. Producimos, inmunizamos e hicimos un screening: seleccionamos entre muchas posibilidades. Y logramos un muy buen prototipo y otros dos que son más o menos”.
¿Cómo continúa el proceso?
La científica señala que “para avanzar hay que transferir el prototipo a una empresa que pueda producir” la vacuna y afirma que, al tratarse de un proceso a largo plazo, “se necesita un amplio financiamiento y una decisión política a largo plazo”.
“Hacer una vacuna es una frase que suena muy linda, pero no se puede lograr solamente en mi laboratorio. Nosotros solos no vamos a poder concretarla. Lo que sí pudimos, en esta primera etapa, fue poner a punto las técnicas para estudiar su respuesta inmune. Para avanzar hay que transferir el prototipo a una empresa que pueda producirla con una manufactura regulada por ANMAT, lograr que se apruebe y pasar a una fase 1. Ahí seríamos parte de una cadena que lamentablemente, en la Argentina, no está conectada”, desarrolla.
“En el país tenemos buenos científicos que pueden trabajar bien en un laboratorio. Tenemos también la posibilidad de ensayos clínicos (en humanos) buenísimos. Aquí se hicieron los de Pfizer y están en marcha los de una vacuna china. Además, existen empresas con capacidad de producir, por ejemplo, un principio activo de la vacuna de Oxford. Los eslabones están, pero falta el envión para empezar. Y, por supuesto, como se trata de un proceso largo y muy costoso, se necesita un amplio financiamiento y una decisión política a largo plazo”, completa Cassataro.
Con vistas al futuro, y teniendo en cuenta que las vacunas, en principio, requieren un refuerzo anual, la científica sostiene: “Nosotros vamos a tardar seguramente mucho más tiempo del que la sociedad demanda en este momento, pero si estas vacunas que ahora se compraron y se están aplicando en nuestro país requieren refuerzos anuales, en un futuro estaría buenísimo poder hacerlas acá y que estas capacidades existan en la Argentina”.
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