Benedetto, los penales errados y cómo funciona la cabeza de los deportistas
Los tres penales consecutivos errados por el 9 de Boca no son un hecho aislado en el fútbol. Hay muchas historias al respecto de cómo pesa lo psicológico.
Desde que el deporte es deporte, hay un debate nunca saldado: ¿qué grado de importancia tiene la cabeza en las decisiones que toman los deportistas? Una parte de la biblioteca dice que las aptitudes técnicas están por encima de las limitaciones psíquicas. La otra (que me incluye) indica que la cabeza lo es todo especialmente en los momentos decisivos.
Esta disyuntiva se ve plasmada con mayor claridad en los deportes individuales. En el tenis, por ejemplo, la presión de sacar en el último game para ganar un partido ha jugado negativamente en decenas de jugadores, incluso a los más grandes que uno se puede imaginar.
Tal vez el más grande tenista de la historia, Roger Federer (para mí lo es) tampoco escapó a este tipo de situaciones. Un caso: en Dubái, en 2017, perdió un partido insólito ante el ruso Evgeny Donskoy, en ese momento 116 del ranking de la ATP, por 3-6, 7-6 (7) y 7-6 (5) después de estar en ventaja en el tercer set por 5-2 en games y luego 5-1 a su favor en el tie break. Federer en el segundo set, además, había tenido tres match points a favor que también había desperdiciado.
No hay que ver cómo juega en este tipo de situaciones Rafa Nadal, todo un especialista en utilizar a su favor la presión y en trasladársela a sus rivales.
Pero no nos vayamos del fútbol, más allá de que lo narrado explica bastante bien los vaivenes que puede tener un deportista en una práctica individual.
En el fútbol esos errores individuales muchas veces se licuan porque hay otros diez jugadores que pueden subsanar la falta de carácter o las dudas de un individuo en un momento decisivo. Pero esta situación queda perfectamente explicitada en un momento puntual: en la soledad del ejecutante de un penal ante el arquero. Ahí estamos ante una situación extraordinaria. Es un uno contra uno muy preciso y puntual dentro de ese todo que es un partido de fútbol.
Darío Benedetto ante Corinthians tuvo dos veces la clasificación de Boca en sus pies. La primera más atenuada, cuando estrelló en el poste el penal que le habían otorgado a su equipo durante el partido. Pero la segunda fue más evidente: si Benedetto convertía en serie de penales, Boca pasaba a la siguiente fase de la Libertadores. Pero la pelota voló hacia la segunda bandeja de la Bombonera.
Durante la semana, Benedetto declaró que, si contra Talleres había un penal, él lo iba a patear. Porque, dijo, se consideraba un jugador con carácter y personalidad para asumir ese compromiso. Y el penal contra Talleres sucedió, y lo ejecutó Benedetto y otra vez lo falló, esta vez estrellándolo contra el travesaño. Queda claro entonces que el carácter y la personalidad no alcanzan, que también juegan los nervios, la expectativa y, fundamentalmente, la templanza en el momento decisivo. Dicen los que han competido en el más alto rendimiento que los deportistas deben ser personas sin memoria. No deben recordar las buenas acciones y, mucho menos, quedarse enganchados en los errores. Nos parece una buena figura poética para entender qué pasa dentro de una cabeza cuando las cosas no salen y cómo deberían afrontar los jugadores ese tipo de situaciones.
¿Benedetto es un mal jugador de fútbol por haber fallado tres penales seguidos? Para nada. Lejos estamos de decirlo.
Maradona, seguramente al ser el más grande que haya pisado una cancha de fútbol, falló cinco penales consecutivos en su última etapa en Boca. ¿Y alguien va a dudar de las capacidades de Maradona? Corría el año 1996 y el Boca de Bilardo marchaba invicto con 4 triunfos en 5 partidos. En la fecha 6 fue a Rosario para enfrentar a Newell’s. Iban 22 minutos del primer tiempo cuando el árbitro Daniel Giménez cobró penal para Boca por un agarrón en el área a Néstor Fabbri. Maradona lo ejecutó y el arquero Cejas desvió el disparo que luego pegó en el poste. Seis fechas más tarde, frente a Belgrano, en la Bombonera, Diego tenía revancha. Pero César Labarre le detuvo el disparo. Luego siguió la seguidilla endemoniada: Hernán Castellano, de Rosario Central, le atajó en la fecha 15; Germán Burgos en el clásico contra River y luego Nacho González cuando se enfrentaron Boca y Racing. Cinco penales errados al hilo. Y por el más grande de los grandes.
Palermo alguna vez falló tres penales en un solo partido en un choque de Copa América en 1999 entre Argentina y Colombia. ¿Y se puede decir que Palermo, un jugador épico si lo hay, era una persona que le faltaba carácter o personalidad? Bajo ningún punto de vista.
El deporte, el fútbol, se nutre de rachas. Se dice de algunos equipos que juegan bien y no obtienen resultados, que se acostumbraron a perder. Es cierto. Los humanos somos seres de costumbres. Y cuando algo se cristaliza, se estanca, es muy difícil remontar la cuesta.
Han fallado penales Zico, Platini, Maradona, Baressi y otros tantísimos monstruos en situaciones decisivas durante los Mundiales. La cabeza, creemos, es un jugador más. ¿Cómo se sale de esas malas rachas? No hay una técnica. Sólo existe un aliado: el tiempo. Y esa amnesia tan necesaria para borrar los malos momentos y mirar hacia adelante.
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