¿Qué comen los adolescentes para regular el estrés?
Los alimentos ultraprocesados ofrecen sensaciones de confort y calma. Golosinas, facturas y postres helados funcionan como puertas de entrada a otros alimentos no saludables en la adolescencia.
Un estudio presentado esta semana en el congreso de la Sociedad Norteamericana del Corazón (AHA,
por sus siglas en inglés) arrojó resultados a tener en cuenta. La culpa no es sólo de los adolescentes ni el mercado. Los padres son responsables en lo que transmiten a sus hijos en la infancia según las pautas para alimentarse a través de indicaciones verbales y, especialmente, con su ejemplo.
Alimentos ultraprocesados
Tras suministrar cuestionarios a 315 estudiantes secundarios del estado de Florida sobre su consumo de
alimentos ultraprocesados (galletitas, chocolates, snacks, facturas, bebidas energéticas, gaseosas y
hamburguesas), María Balhara encontró que algunos alimentos ultraprocesados actuaban como
disparadores del consumo de otros alimentos ultraprocesados, como si fueran “drogas de iniciación”.
Por ejemplo, un aumento en el consumo de helados se asoció con un 11 % de incremento en la ingesta
de otras comidas industrializadas. El incremento de la ingesta de golosinas, por su parte, se asoció con
un 31% más de consumo de otros alimentos ultraprocesados.
“La comida ultraprocesada está diseñada para tener sabor agradable y ser lo más adictiva posible, para
ser barata y fácil de consumir”, señaló María Balhara, la investigadora que sólo tiene 16 años y estudia
en el Broward College, en Estados Unidos. “La buena noticia es que cambios pequeños en la
alimentación, como reducir la ingesta de los ´alimentos ultraprocesados de entrada´, podría reducir el
consumo total de alimentos no saludables y tener un impacto fuerte en la salud”, agregó Balhara, cuyo
estudio preliminar fue respaldado por reconocidos cardiólogos durante el Congreso de la AHA.
Adolescentes y alimentación emocional
Pero no toda la comida chatarra o reconfortante que consumen los jóvenes es su responsabilidad. Los
adolescentes arrastran los hábitos de “alimentación emocional” desde la infancia, según mostró un
estudio belga publicado en el Journal of Nutrition Education and Behavior.
Enfrentar emociones estresantes mediante la ingesta de comida es una estrategia evolutiva para
acumular energía que se ha convertido en una mala adaptación en sociedades donde hay enorme
disponibilidad de alimentos con alto contenido de hidratos de carbono. Este comportamiento de
reaccionar al estrés con ingesta de comida puede conducir a problemas metabólicos u obesidad.
Al llegar a la adolescencia, los niños suelen desarrollar estrategias de “alimentación emocional” frente a
sentimientos positivos o negativos, y a desequilibrios emocionales. Las raíces de este comportamiento
se hunden en la infancia. Los adolescentes que recurren a “alimentos calmantes” aprendieron a hacerlo al ver comer a sus padres de chicos y al ser objeto de sus prácticas alimentarias de recompensa o
restricción con la comida.
Adolescentes, emociones y comida
Las prácticas alimentarias de los padres, los límites que ponen a lo que comen los chicos tanto en
cantidad como en calidad y tiempo, se asocian tanto con la regulación de las emociones de los
adolescentes como con sus hábitos de alimentación durante las situaciones de estrés, señaló Joanna
Klosowska, investigadora del Departamento de Salud Pública y Atención Primaria de la Universidad de
Ghent, en Bélgica.
“En nuestro estudio encontramos que la restricción parental es dañina para la alimentación emocional
de los adolescentes”, explica Kosowska. Las prácticas de control de los padres incluyen no solo la
restricción de comida sino también presionar a los chicos para que coman determinados alimentos; dar
comida como premio para comportamientos deseados por los padres; o usar la comida para regular los
estados emocionales del chico.
Según los investigadores belgas, en la alimentación emocional también influye cómo se alimentaron los
propios padres durante el crecimiento de sus hijos. “Observamos que la alimentación restringida de los
padres (en el sentido de limitar la comida con el objetivo de una dieta) se asoció con menos
alimentación emocional en los niños”, agrega la especialista en Tecnología de los Alimentos y Nutrición
Humana. “Pero hay que aclarar que, en nuestro grupo de estudio, las dietas de los padres no eran
realmente extremas, y estaban fuertemente relacionadas con dar ejemplos saludables y crear un
entorno saludable para los hijos”.
Darles autonomía a los chicos para participar en la preparación de su propia comida tiene un efecto
benéfico cuando los chicos llegan a la adolescencia. La autonomía se asocia con una mayor capacidad de
regular los niveles de ingesta de alimentos emocionales. Sin embargo, advierte Kosowska, “hay que
aclarar que darle autonomía a los hijos no es lo mismo que dejar que hagan lo que quieran y no
involucrarse en sus comportamientos. La falta de estructura puede tener una influencia negativa en el
comportamiento adolescente”.
En cuanto al uso de comida como premio, la investigadora apunta que, en general, esta práctica puede
perturbar la regulación natural de las sensaciones de hambre y saciedad.
Comer en la adolescencia no es sólo alimentarse sino también manejar las emociones y el estrés de
forma adecuada o no. Los padres pueden ayudar a sus hijos desde la infancia a construir un
comportamiento saludable a la hora de regular sus sentimientos y la comida, contribuyendo a prevenir
el sobrepeso y la obesidad.